El Zócalo de la Ciudad de México tiene una superficie de unas 5 hectáreas. Imagínate esa extensión, todo sembrado de maíz. El agua utilizada para regar el cultivo ayudaría a producir alrededor de 50 toneladas de granos que cabrían en un solo contenedor de rieles. La misma cantidad de agua también podría ayudar a producir 10.000 automóviles Tesla.
Si la comparación es ridícula es solo porque busco ponerme al mismo nivel que los argumentos en contra de instalar una planta de Tesla en el norte del país por la supuesta razón de que no hay agua. Sembrar cinco hectáreas de maíz y producir 10.000 autos Tesla se puede hacer con la misma cantidad de agua: 6.000 metros cúbicos para regar una hectárea de maíz. Para producir un automóvil Tesla se requieren 3 metros cúbicos. Finalmente, el tema del agua no pesó en la decisión final anunciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador y el director de Tesla, Elon Musk. No porque no sea importante, sino porque no es algo que deba frenar la inversión productiva en el país.
El capricho presidencial de intentar instalar Tesla en el centro del país no prosperó porque lo que cuenta son los cálculos de Tesla sobre logística, conectividad, proveedores o acceso a capital humano alrededor de sus fábricas. Pero todo el episodio dejó una lección que debemos apreciar sobre las verdaderas causas del problema del agua en el norte de México y los riesgos de estigmatizar a la industria en un problema que no provoca.
El discurso del presidente es muy potente y creíble, sobre todo si se recuerda la crisis que sufrió la zona metropolitana de Monterrey el año pasado cuando no había suficiente suministro de agua. Pero parte de un diagnóstico erróneo: ni la industria ni el consumo doméstico tienen la culpa de la falta de agua.
Como en todo el país, la agricultura ocupa el 70% del agua que se extrae de pozos o se canaliza desde represas. El resto se reparte entre industria y usos domésticos y comerciales. Y de hecho, aunque la industria ha aumentado más su consumo, no aumenta el porcentaje porque ha encontrado formas de utilizar el agua tratada en sus procesos. Por el contrario, la agricultura es la que más agua desperdicia debido a sus métodos de riego ineficientes.
Lo grave de que el presidente piense que el problema del agua en Nuevo León es la industria es que si el diagnóstico está mal, la solución estará mal. El culpable del consumo excesivo de agua no es el que menos consume. Y digo “excesivo” porque el responsable de vigilar su correcto uso, la Comisión Nacional del Agua, no lo hace.
Incluso la Corte Suprema de Justicia acaba de emitir un fallo que prácticamente afirma que la Conagua ha fallado en vigilar y cuidar la extracción de agua. La Sala Primera de la Audiencia ha coincidido con un grupo de ecologistas laguneros en un refugio frenar el abuso en la explotación de pozos y que las autoridades obliguen a un uso más eficiente del agua, tareas en las que la dependencia federal ha sido, en el mejor de los casos, omisiva.
El propio López Obrador se ha referido a La Laguna como ejemplo de las consecuencias de la sobreexplotación de los acuíferos. Ha dicho que la industria láctea tiene la culpa del agotamiento de los mantos al sembrar forrajes como la alfalfa en una zona desértica, y que la extracción a profundidades cada vez mayores produce agua con más arsénico.
De hecho, eso es parte del problema. Pero la otra es que una parte importante de esa extracción (entre un cuarto y un tercio) proviene de pozos ilegales, que no tienen licencia del gobierno federal o son clonados de concesiones existentes. Conagua podría saber dónde están si tan solo le pidieran a la Comisión Federal de Electricidad datos de consumo de energía en zonas rurales, pero no lo hacen. Y el ejército de inspectores de él para toda el área es solo tres.
La cantidad de agua extraída por estos pozos ilegales supera los 200 millones de metros cúbicos por año, según especialistas. Con esta cantidad se podrían fabricar casi 100 millones de coches Tesla, si se regulara bien el uso agrícola del agua. En toda su historia, Tesla ha producido 2 millones de automóviles. Eso se podría haber hecho con una fracción del agua extraída ilegalmente por la agricultura lagunar en tan solo un año.
El verdadero problema del agua en el norte de México no está en la industria. Si se para la industria con los argumentos de la falta de agua, no sólo se perderán inversiones, sino que la falta de agua seguirá porque esa no era la solución.
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