Narciso está harto. Está harto de las malditas grietas en el piso y las paredes y techos de su casa. Y cansado de que le vuelvan a preguntar por esas mismas grietas, de que le pregunten cómo es posible que viva así, de que le planten de nuevo la expectativa de la esperanza. “Han venido reporteros, gente del municipio, graduados [abogados], de todo; Vienen y preguntan, toman fotos, dicen que nos van a ayudar, que van a ver si nos reubican, pero no ha pasado nada”, cuenta. Cansado como está, parado en el diminuto jardín reseco de su casa de interés social, carga a su nieto con el brazo al que le falta una mano, y con la otra le señala las grietas que parten de la calle, recorren sus paredes y se culminan en los techos, el punto de fuga, como un cúmulo de nervios de una misma cosa, de un mismo animal subterráneo.
Narciso, un comerciante de 53 años, vive desde hace ocho años en la unidad habitacional Villas de San Martín, en el municipio de Chalco, en el oriente pobre, marginado, violento y superpoblado del Estado de México. Ya se han roto algunas ventanas en su casa, que él ha reemplazado. Ya ha remendado con cal los surcos de las paredes, que reaparecen de vez en cuando. A unas cuadras de donde vive, lo que iba a ser un mercado público es desde hace años un caparazón resquebrajado y abandonado, testimonio de que el resquebrajamiento de cosas en esta zona ubicada a hora y media de la capital es un proceso lento y permanente, experimentado como tiempo, inevitable, tranquilo.
Aquí la gente vive con la costumbre del temblor de los pisos cuando pasa casi cualquier carro por la calle, el sonido del agua corriendo como un riachuelo debajo de la sala o la cocina, la fuerte vibración de las ventanas. Cuenta un hombre apodado El Árabe que hace unos meses una grieta levantó el cemento de la calle y eso le impidió abrir la puerta de su casa. No te preocupes, recuerda: solo tuvo que sacar un mazo para terminar de romper el piso y poder salir. El montículo de escombros todavía está allí. “Mi casa no está tan mal, la verdad. No siento que de repente el suelo se vaya a abrir y mi casa se vaya al fondo de la grieta, ¿verdad? Él dice y sonríe con confianza.
Y si. Lo que pasa es que, de vez en cuando, esa fisura en el cemento, o el boquete repentino en el suelo, o la cantidad de casas dañadas, es de tal longitud, de tal profundidad, de tal magnitud, que luego se convierte en noticia en la capital. Asentados en una zona con fallas geológicas activas y un suelo de materiales de baja cohesión que se resquebraja y se hunde precipitadamente, cientos de familias chalqueñas sufren los estragos de un proceso natural acelerado por la urbanización desordenada y la voracidad de los promotores inmobiliarios. En estas condiciones, las fracturas y los hundimientos son todo menos una sorpresa.
El hecho más reciente ocurrió en otra unidad habitacional, denominada Pueblo Nuevo, a 10 minutos de Villas de San Martín. El 1 de julio del año pasado, en una noche de fuerte lluvia, una grieta partió el suelo por varios metros, atravesó un terreno donde se planeaba construir más viviendas de interés social, rompió el asfalto de una calle, fracturó un cerco y alcanzó a Mónica. La casa de Ansuátegui, que quedó tan dañada que tuvo que salir de allí, dejar todo atrás.
Medio año después, la grieta fue remachada con tierra y brea, un material pétreo que es barato para reparar calles, pero Mónica, una empresaria de 50 años, no ha recibido ayuda, porque las partes involucradas en la construcción de la vivienda unidades se han resistido a asumir su parte de responsabilidad: el municipio de Chalco, que otorgó los permisos de construcción; Infonavit, la institución gubernamental que otorga a los trabajadores créditos de vivienda a bajo interés; y la inmobiliaria Casas Geo, que se declaró en quiebra e incluso dejó de existir.
“Cuando vas a comprar una casa, lo primero que ves es si hay escuelas, comercios, vías de acceso. Y usted está pensando que los estudios de suelo ya se han hecho y realmente no sabe la historia de donde está comprando. Pocas personas realmente comienzan a investigar al respecto. Nosotros, los compradores, tenemos parte de culpa por comprar esos lotes. Las empresas que construyen casas piden sus permisos y las autoridades se los dan, y uno cree que todo está en orden. Es un abuso de confianza, porque no sabemos. Y se tapan”, dice Mónica en una entrevista.
un peligro conocido
Las primeras grietas en esta zona de Chalco están documentadas desde al menos 2009. Entonces el lugar no estaba tan poblado como ahora. En junio de ese año, una grieta de 1.3 kilómetros de largo y 10 metros de profundidad que surgió en la colonia San Martín Cuautlalpan atravesó la unidad habitacional Villas de San Martín y afectó 54 viviendas construidas por la inmobiliaria Davivir. Luego, especialistas de la UNAM realizaron un estudio geológico estructural en el que concluyeron que el suelo era altamente inestable y que simplemente no debía ser habitado, por el enorme riesgo que representaba para las familias. El informe explicaba que el resquebrajamiento de esa zona fue un proceso geológico natural acelerado por la urbanización imparable y la corrupción inmobiliaria, factor este último que en los últimos tiempos ha estado detrás de las grandes tragedias en ciudades colapsadas, tanto en Turquía como en Estados Unidos. Estados Unidos y México.
el ingeniero geologo Dora Carreón Freyre, coautor de ese estudio, explica a EL PAÍS que el municipio de Chalco está básicamente en un nudo fatal. Ubicado sobre fallas geológicas regionales y rodeado de volcanes, lo que fue el lago Chalco hace varios siglos se secó y se depositaron en el suelo materiales tan frágiles como cenizas y limos, que pueden erosionarse fácilmente. A su vez, la extracción de agua de los acuíferos del oriente del Estado de México para abastecer a la metrópoli ha provocado una pérdida de presión del suelo. Los movimientos de placas tectónicas y las inundaciones por lluvias completan el ciclo perfecto en la generación de profundas grietas.
Para Carreón Freyre, el diagnóstico de 2009 debió haber sido suficiente para que las autoridades y empresas inmobiliarias entendieran que esta zona es inhabitable y que las comunidades que ya habitaban allí necesariamente deben ser reubicadas, ya que no existen medidas de mitigación útiles para este caso. La recomendación no solo fue ignorada. Las imágenes de Google Earth muestran cómo creció la marcha urbana en la zona, alrededor o sobre las grietas, a pesar del riesgo que se documenta científicamente desde hace quince décadas.
“La presión inmobiliaria es muy fuerte. Los acuerdos político-económicos entre los diferentes niveles de gobierno también son muy fuertes. El riesgo en el que se encuentra la población es altísimo. El suelo en esa zona es altamente vulnerable, muy fracturable. Son las peores condiciones. Es un material que tiene cero cohesión, que se abre fácilmente”, afirma el especialista, quien es miembro del Iniciativa Internacional de Subsidencia de Tierras de la UNESCO. “Si no ha habido un desastre mayor es porque los promotores inmobiliarios, con mucha astucia, hacen una losa de cimentación por manzana, apostando a que son casas pequeñas y no pesan demasiado. Pero si cada casa tuviera sus cimientos, ya parecería que las habían bombardeado allí. Por eso la gente escucha como su casa truena, como el agua circula abajo, pero no se cae, solo se desestabiliza. El día que esa losa tiemble y se quiebre, se derrumbará por todas partes. Es una zona de muy alto riesgo y es algo que se podría haber evitado”.
negocio indiferente
Los promotores inmobiliarios no parecen haber sido conscientes de ello. La empresa Grupo Sadasi, que construyó la unidad habitacional Los Héroes, cerca de Pueblo Nuevo, sigue ofreciendo casas y piensa construir más. Un agente de ventas consultado por este diario afirma que actualmente hay allí 2.200 viviendas y que se construirá otro número igual en los próximos años. Las casas van desde 700.000 a 900.000 pesos (38.000 a 48.000 dólares). Cuestionado por las grietas en julio del año pasado en Pueblo Nuevo, el vendedor ha asegurado que en Los Héroes no han tenido estos problemas, lo que ha sido desmentido por un guardia de seguridad del fraccionamiento.
De hecho, Sadasi ya había comenzado a trabajar en el descampado que atraviesa la grieta de Pueblo Nuevo. Días antes del evento, maquinaria pesada estaba realizando trabajos de desmonte en el lote, según vecinos del fraccionamiento. “Podías sentir cómo temblaba el suelo cuando las máquinas comenzaban a funcionar”, describe Abraham Soumaya. Esta maquinaria fue utilizada por el municipio de Chalco para reparar la fisura del baldío. Ahora la propiedad luce como si nada hubiera pasado, apenas se nota una fuerte cicatriz en el suelo. “¿La gente que viene a comprar sabrá que había una grieta allí?” pregunta Mónica Ansuátegui.
El imparable negocio inmobiliario contribuye a la tibia respuesta de las autoridades estatales. Tras evaluar el agrietamiento del suelo en Pueblo Nuevo, la Coordinación General de Protección Civil del Estado de México recomendó al municipio de Chalco ordenar estudios geológicos (como los que ya se habían hecho en 2009). Las autoridades rellenaron las grietas con tierra para tranquilizar a la población, concede Samuel Gutiérrez Macías, coordinador estatal de Protección Civil, pero no se aborda el problema de manera integral, es decir, como un fenómeno característico del suelo que se replica varios kilómetros a la redonda. la ronda y afecta a miles de hogares, no solo a viviendas particulares.
“No hemos explorado la opción de trasladarnos [reubicar] a toda la gente, porque la afectación que tuvimos en ese momento [en julio] Fue en dos casas, si no me equivoco, eran las más cercanas a esta grieta. Lo cierto es que en su momento no fue explorado, pero no lo descartamos. De parte del Gobierno del Estado siempre estamos con esa apertura a ver si hay un tema de mayor riesgo hacia las personas por este tema, sería ponerlo sobre la mesa y lo haríamos de forma preventiva”, ofrece Gutiérrez Macías.
Durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) hubo un auge de desarrollos inmobiliarios de interés social en las afueras de las ciudades. Esa política de vivienda fomentó el crecimiento urbano desordenado y también la corrupción inmobiliaria. Lejos de las ciudades, rodeados de nada, carentes en muchos casos de servicios básicos, miles de viviendas —financiadas por el Gobierno con préstamos para los trabajadores— han sido abandonadas. Ante la ausencia de sus habitantes, una parte de las casas ha sido utilizada como escondite de grupos criminales. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sostenido que esta política habitacional del Calderonismo más bien fue un pretexto para favorecer a las corporaciones inmobiliarias a costa de las familias pobres, condenadas a vivir en la marginalidad.
Las poblaciones de Chalco ahora viven con un problema adicional. A la entrada de la unidad Pueblo Nuevo, los vecinos han colocado carteles llamando a los geólogos para que les ayuden a entender lo que les está pasando. “Pueblo Nuevo”, nombre impreciso para un lugar donde hay grietas ancestrales.
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