Hay un virus que ya ha infectado a más del 90% de la población mundial y que, a diferencia de la gran mayoría de los patógenos, se queda en el cuerpo de la persona de por vida y puede llegar a alterar su sistema inmunitario incluso décadas después de la infección. Se trata del virus de Epstein Barr; un microorganismo que se transmite por la saliva y que, en un primer momento, causa la enfermedad del beso pero, en algunos casos, con el paso del tiempo se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar esclerosis múltiple así como ciertos tipos de cáncer. Según anuncia este martes la revista ‘Nature Communications’, un equipo de investigadores australianos ha conseguido desarrollar una vacuna experimental contra este virus que, al menos en las primeras pruebas en ratones, parece tener una alta eficacia.
La fórmula, desarrollada por los investigadores Vijayendra Dasari y Rajiv Khanna, está diseñada para dirigirse directamente a los ganglios linfáticos y, a partir de ahí, activar diferentes mecanismos del sistema inmune que servirían de barrera tanto para prevenir tanto la infección primaria causada por este virus como para esquivar el desarrollo de la enfermedad del beso en sí (una patología, también conocida como mononucleosis, que provoca fatiga extrema, dolor de garganta, sarpullidos e inflamación de los ganglios de cuello y axilas).
Experimento en ratones
Los primeros prototipos de esta vacuna contra la enfermedad del beso han logrado un buen resultado en un grupo de 36 ratones modificados genéticamente para emular algunas características de los humanos. Según apuntan los primeros análisis, los roedores que recibieron el pinchazo produjeron anticuerpos y células inmunitarias específicamente enfocadas a hacer frente a este virus durante al menos siete meses. También se observó que los animales vacunados podían controlar el crecimiento y la propagación de algunos tumores que, según desvelan recientes estudios, podrían estar asociados a esta infección.
En estos momentos no existe ninguna vacuna contra el virus de Epstein-Barr. Algunos gigantes farmacéuticos como Sanofi están desarrollando sus respectivas fórmulas experimentales contra este virus aunque, por ahora, solo han demostrado eficacia en modelos celulares o en grupos de animales de laboratorio. Moderna también dispone de una fórmula contra este patógeno y ya la está testando en un grupo reducido de voluntarios. Estados Unidos han puesto en marcha un ensayo independiente en 40 voluntarios de entre 18 y 29 años y que durará alrededor de cuatro años.
Vínculo con otras enfermedades
El virus responsable de la enfermedad del beso había sido considerado como algo totalmente inofensivo durante décadas hasta que, recientemente, varios estudios han sugerido un vínculo entre este virus y el riesgo de desarrollar diferentes enfermedades. En enero de 2022, por ejemplo, una investigación liderada por la Universidad de Harvard apuntó a un posible vínculo entre la enfermedad del beso y la esclerosis múltiple. Este análisis, publicado en ‘Science’, desveló que las personas que habían sido infectadas por este virus tenían hasta 32 veces más riesgo de desarrollar esclerosis múltiple que sus compañeros que no habían entrado en contacto con el virus.
Noticias relacionadas
También hay estudios independientes que apuntan a un posible vínculo entre la mononucleoisis y enfermedades como, por ejemplo, el linfoma de Hodgkin, cáncer de estómago, del sistema linfático o del tracto nasofaringero y la enfermedad de Parkinson así como diferentes enfermedades de la piel como el síndrome de Gianotti-Crosti, el eritema multiforme y leucoplasia vellosa. Y son justamente estos vínculos los que están motivando el desarrollo de una vacuna o un tratamiento contra este virus aparentemente inocuo que, a la larga, puede traer complicaciones graves.
Según explican los investigadores que han desarrollado esta vacuna experimental contra el virus de Epstein-Barr, en futuros trabajos habrá que estudiar si esta fórmula funciona bien en animales que han sido infectados por este patógeno; qué tanto aguanta la inmunidad generada tras el pinchazo; y, sobre todo, si los buenos resultados conseguidos en roedores pueden replicarse en humanos. Solo el tiempo, y la investigación, lo dirán.