¿El espacio público de quién?  El espectáculo de la política y la “limpieza social” de Sandra Cuevas

Sandra Cuevas quiere poner “orden y disciplina” en Cuauhtémoc a toda costa. Con una motosierra, si es necesario. La dirigente busca salvar su “hermosa” alcaldía, la más céntrica de la Ciudad de México y la de mayor peso político, y se ha embarcado en una cruzada para erradicar la suciedad, la corrupción y la delincuencia que, según ella, asolan las calles. Cuevas lleva meses inmersa en una operación con el nombre simbólico de Diamante, con la que espera “recuperar el espacio público y dotar de seguridad”. El problema, según una decena de colectivos sociales que se han manifestado este viernes en el barrio, es que por el camino está realizando “una limpieza social” que expulsa violentamente a vagabundos o trabajadoras sexuales. Es decir: a los que tienen la mala suerte de no formar parte del ideal de orden de la alcaldesa.

La Operación Diamante ha estado ocurriendo durante un par de años. Su principal medida, la que constantemente promueve en las redes sociales, es aparentemente inocua e inofensiva: ella y su equipo retiran de las calles de los restaurantes Cuauhtémoc las pérgolas supuestamente ilegales que ocupan las aceras y dificultan el paso de los peatones. En un video que se hizo viral esta semana, el alcalde, con un atuendo que recuerda a la policía, cortó los pilares de uno de los porches con una motosierra. La estructura se vino abajo. Cuevas no pudo evitarlo, la metáfora se escribió sola: “Tumbamos el abuso y cortamos la corrupción”, publicó en su perfil de Twitter.

Para sus detractores, sin embargo, la lucha contra las pérgolas es solo una de las caras del Operativo Diamante. Su lado más oscuro, critican, es un intento de pulir todo lo que huela a humilde: “Yo era pobre y no me gustan los pobres”, dijo la alcaldesa en una de sus declaraciones más polémicas. “Sandra Cuevas quiere que las personas sin hogar no ocupen los espacios públicos, los quiere desplazar. No hay trabajo para poder brindarles mejores condiciones de vida, hogar, empleo, educación, a las que tiene acceso cualquier persona de la sociedad”, denunció una de las activistas que organizó la protesta del viernes, Victoria Sámano.

La activista, que se define a sí misma como una “mujer trans y puta”, es la fundadora de llegar, un grupo que atiende a “mujeres y personas de la diversidad que viven en la calle o están en riesgo”. “Esto no es algo nuevo, ahora se ha hecho muy público porque Sandra Cuevas no tiene miedo de hacerlo público, pero lo viene haciendo desde hace tiempo con otras administraciones de gobierno. Lo que cambia ahora es que ella lo dice, es justicia a través del prejuicio y el estigma. En lo personal me ha tocado verlo, incluso se ha referido a la gente de la calle como cochinadas y drogadictas”, añade. Numerosas denuncias públicas han documentado situaciones en las que la policía amenaza a personas sin hogar para que abandonen la oficina del alcalde. “Están actuando con violencia física y verbal, les quitan las pocas pertenencias que tienen para sobrevivir, están violando sus derechos humanos”, protesta Sámano.

Mano dura y gusto por los focos

Cuevas nunca ha ocultado que está a favor de mano dura para mantener su visión de orden. Tampoco oculta su gusto por ser el centro de atención. “En una sociedad acosada por la delincuencia, los abrazos no valen nada. Necesitamos aplicar todo el peso de la ley para garantizar la seguridad”, afirmó en un video en el que aparecía realizando prácticas de tiro, colgado en sus redes sociales. La alcaldesa es amiga de las armas de fuego y del espectáculo político; de una visión de la gestión pública que apuesta por la constante difusión de su figura y la confrontación como estrategia -es célebre su animadversión hacia Claudia Sheinbaum, exjefa de gobierno de la capital y aspirante a suceder al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.

La polémica por las pérgolas en las aceras viene de lejos. Fue una medida de la capital para impulsar el consumo en restaurantes durante la pandemia, cuando vivir bajo techo aún era un riesgo. Pero, como en el famoso cuento de Augusto Monterroso, cuando pasó la emergencia sanitaria, los portales seguían ahí. Varias agrupaciones vecinales como La Voz de Polanco lo denunciaron como una ocupación ilegítima del espacio público. Otros manifestaron que preferían las calles llenas de terrazas a los automóviles. La iniciativa surgió de la Agencia Digital de Innovación Pública de la capital, una agencia del gobierno central de la ciudad. Y Cuevas, que aprovecha cualquier descuido para atacar a Sheinbaum, no desaprovechó la oportunidad para capitalizar el descontento y proponer la erradicación de las terrazas como lucha contra la corrupción.

La de las pérgolas no ha sido la única batalla por el espacio público que se ha librado. En abril, expulsó de la plaza Giordano Bruno a 200 inmigrantes haitianos que dormían a la intemperie en un campamento improvisado. En febrero intentó hacer lo mismo en el quiosco morisco, en Santa María de la Ribera, con un grupo que venía a bailar todos los domingos desde hacía años. La medida fue tan mal recibida entre la población que Cuevas tuvo que destituir a dos directores generales de la alcaldía. Incluso llegó a anunciar que se retiraría de la política al final de su mandato, aunque luego se arrepintió y anunció que, en realidad, lo que le gustaría es llegar a la Secretaría de Seguridad en la capital. En mayo del año pasado estandarizó todos los puestos callejeros de su jurisdicción: los pintó de gris y estampó el logo de la alcaldía, decisión que despertó la indignación de los vecinos y del mundo del arte, que vieron en los rótulos un símbolo de identidad cultural.

EL PAÍS se ha puesto en contacto con Sandra Cuevas y su equipo en varias ocasiones y por distintos canales, pero no ha obtenido respuesta.

“Son prácticas injustas e inhumanas”

Sergio Orihuela es psicólogo social, vecino de Cuauhtémoc y miembro de Lleca. Durante años, ha estado trabajando con personas sin hogar. Para Orihuela, Cuevas tiene una visión única de cómo debe gestionarse el espacio público que responde a su idea personal de “orden y progreso”. La “limpieza social”, por tanto, se justifica bajo la lógica de que las personas desplazadas e intimidadas son “indeseables” y “delincuentes”, dice la activista, un sacrificio necesario para mantener la limpieza y el bien común de las buenas familias. La erradicación de letreros o grupos de baile callejero, también: todo lo que tenga rastros de cultura popular. “Todas estas acciones están comprometidas con mantener una imagen que favorezca a las élites de nuestro país. Son prácticas injustas e inhumanas que van en contra de los principios de la dignidad humana”, dice el experto.

Las 16 organizaciones que han convocado la protesta contra las políticas de la alcaldesa denuncian que los desplazamientos forzados de la población vulnerable del barrio no van acompañados de protocolos de atención a las personas sin hogar. También que los actos de Cuevas y su equipo no encuentren represalias de las autoridades superiores. Orihuela asegura que Lleca y el resto de colectivos han intentado mantener un diálogo con la alcaldesa para buscar soluciones al problema, pero nunca han obtenido respuesta.

Cuevas continúa con su cruzada por la pulcritud, inaccesible al desánimo y la autocrítica. Esta semana, durante una entrevista para el heraldo de mexico Ante la pregunta de la periodista sobre cómo calificaría su gestión, la alcaldesa respondió: “Pues yo me daría un 10, excelente”. Los escándalos no pesan sobre sus hombros, pese a que no dejan de acumularse: denuncias de limpieza social, agresiones a dos policías por los que tuvo que pagar un acuerdo de reparación y acudir a un tratamiento psicológico para “manejar la ira y las emociones”, lanzar globos con billetes de 500 pesos pegados desde un balcón de la alcaldía durante un acto público… Todo en bien del orden social. Aunque a veces tengo que bajar al barro y agarrar la motosierra.

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