El final del Título 42 no ha revolucionado el ambiente en Tijuana. A pocas horas de la caída de la medida que permite al Gobierno de Estados Unidos expulsar de inmediato a los migrantes que crucen irregularmente, la situación se mantiene en calma en la veterana ciudad fronteriza. Apenas unos cientos de personas han acampado entre los dos muros para entregarse a las autoridades estadounidenses. Mientras tanto, miles de personas esperan en silencio dentro de los albergues de la ciudad con sus teléfonos en la mano, esperando conseguir una cita en la aplicación del sistema de asilo de Estados Unidos. En Tijuana la pelea no está en la pared, sino en los celulares.
Son las nueve de la mañana y aún con la mesa de centro puesta, Yineysi Olalde se lleva las manos a la cabeza. Esta cubana de 34 años se regaña a sí misma por la dedo que la ha sacado de la aplicaciones CBP One donde esperaba su turno virtual para solicitar refugio. A su alrededor, en el albergue Juventud 2000, en el centro de la ciudad, otros migrantes la consuelan: como todos los días desde enero, mañana habrá otra oportunidad. Olalde llegó a Tijuana hace un mes; Salió de La Habana en diciembre y tras atravesar Centroamérica, la tuvieron esperando durante tres meses en Tapachula, en la frontera sur. Allí obtuvo un permiso de un año para transitar por México. Ese es su plazo máximo: si no logra cruzar a Estados Unidos durante ese tiempo, prefiere pedir refugio en el país. “No planeo volverme ilegal”, dice con seguridad. No le interesa la caída del Título 42: “No me voy a arriesgar”.
Gladys Serrano
Esa actitud se ha vuelto norma en Tijuana. La labor informativa de los grandes albergues de la ciudad ha contenido la desesperación de los migrantes, que esperan pacientemente a que las autoridades estadounidenses les concedan una cita. El Gobierno de Baja California ha reconocido que el aumento del flujo de personas en los últimos días ha terminado por llenar los 42 albergues estatales, por lo que se van a abrir dos más en Tijuana. Gustavo Banda, director del centro Embajadores de Jesús, el albergue más grande de la frontera norte, que ahora alberga a 1.670 migrantes, atribuye todo a la información: “Es fundamental, eso depende de si están tan tranquilos como aquí, que para ellos Nada ha cambiado con el final del Título 42, o con el hecho de que están tratando de eludirlo y van a ser deportados a su país. Toda su vida dependerá de eso”.
En la misma línea, José María García Lara, director del albergue Juventud 2000, insiste: “Te recomendamos que esperes para entrar de manera reglamentaria, como marca el sistema, que no te arriesgues con tu familia, porque ellos puede caer en malas manos con mala información, y por ahora la gente tranquila, lo mínimo que podemos hacer es no arriesgarnos con todos los trágicos de nuestra franja fronteriza”.
La situación es muy diferente a las imágenes que llegan desde Ciudad Juárez, donde las detenciones de migrantes se han multiplicado en los últimos días, mientras otros miles esperan la desaparición del Título 42 para entregarse. “La desinformación sigue siendo un tema muy importante aquí. , los inmigrantes deberían ser más claros: Estados Unidos no está abriendo la frontera, y sobre todo ahora, al pasar al Título 8, las consecuencias por repetir el cruce irregular son más fuertes”, señala Rodolfo Cruz Piñeiro, investigador de migración del Colegio Frontera Norte. en Tijuana.
Tras la caída esta noche del Título 42, se va a aplicar el Título 8 a los migrantes irregulares para ser deportados a sus países de origen con una pena añadida: cinco años sin poder entrar a EE.UU. Un castigo que a partir de mañana deberán cumplir en México cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos. Luego de que la Administración de Joe Biden llegara a un acuerdo con la de Andrés Manuel López Obrador para que personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela —países con los que Estados Unidos no tiene acuerdos de retorno— sean deportadas a México. Un acuerdo tácito y sin fundamento legal que convertirá a México de manera crónica en una sala de espera.

Todos los días, antes de las 8 de la mañana, miles de personas se conectan desde la Ciudad de México, Guadalajara y toda la franja fronteriza para intentar acceder al sistema de refugio estadounidense. Una aplicación saturada que ahora está concediendo cientos de citas diarias, aunque el gobierno de Biden ha prometido ampliarlas hasta las 1.000. Algunas personas han estado esperando meses para que la aplicación les diera una oportunidad.
Diana Álvarez y su familia, de Honduras, todavía no lo lograron. Llevan ocho meses en Tijuana y nada se ha movido desde entonces. “La espera es muy difícil, se nos pasó por la cabeza cruzar ilegalmente ahora, pero nos recomiendan que no lo hagamos”, dice la mujer de 29 años, quien huyó por amenazas de pandillas. Eso mismo expulsó a Óscar Díaz y su madre Catalina Palencia de El Progreso, en Guatemala. “Teníamos una empresa de mototaxis y la extorsión llegó a tal punto que ya no podíamos pagar. Nos fuimos antes de que nos mataran”, cuenta Palencia, de 57 años, acompañada de sus dos nietas. Luego de nueve meses de espera en Tijuana, acaban de obtener una cita para solicitar asilo en EE.UU. el 20 de mayo.
CBP One se ha convertido en el muro blando que evita que los migrantes crucen ilegalmente al país. Sin embargo, la investigadora del Colegio de la Frontera Norte, Inés Barrios, advierte de sus fracasos: “El hecho de conseguir una cita no garantiza que vayan a tener una resolución afirmativa de residencia. Lo que hemos visto es que las tasas afirmativas son muy bajas. Esto lo observamos por nacionalidad: por ejemplo, en Guatemala, Honduras y El Salvador, la tasa de afirmativas no supera el 6%, es decir, de 100 personas que inician el trámite, solo seis son otorgadas”.

Gladys Serrano
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