Friedrich Nietzsche se consideraba un autor “póstumo”, hasta tal punto se sentía fuera de su tiempo. El arte de Frida Kahlo (1907-1954) tampoco estaba en sintonía con el suyo. Apenas fue reconocida en vida, hoy en día es reverenciada, al punto que su marca es explotada por una empresa, la Corporación Frida Kahlo. Sabemos tanto sobre Kahlo, gracias a biografías, películas, obras de teatro, que un nuevo documental sobre ella podría parecer redundante. Y, sin embargo, la serie documental que ofrece la BBC (disponible en vía libre en RTVE Play y que también ofrece Movistar Plus+) dirigida por Louise Lockwood, y dividida en tres episodios de aproximadamente una hora cada uno, vale la pena verlo.
Construido con interesante material de archivo que alterna con una sucesión de fascinantes pinturas del artista, Frida se basa en testimonios de biógrafos, historiadores del arte e incluso familiares. Una infinidad de voces que abundan en la imagen canónica de Kahlo: la de una mujer rebelde que se fortalecía con la desgracia y una artista que nunca se sometió a las convenciones. Padeció polio a los seis años, antes de cumplir los 20 un gravísimo accidente dejó terribles secuelas en su cuerpo. Tuvo que abandonar sus estudios de medicina, pero encontró en la pintura una vía de escape al aislamiento y la incomunicación. El arte terminaría siendo eso. superpotencianos cuenta esta producción, gracias a la cual desarrolló su extraordinaria personalidad hasta convertirse, con su vestimenta tradicional y sus fascinantes tocados de flores, en imagen de marca.
La serie aporta nuevos datos sobre el final del artista que se casó en 1929, a los 22 años, con el ya exaltado muralista Diego Rivera, de 42, y se divorció 10 años después, tras soportar innumerables infidelidades, incluida la convivencia conyugal de Rivera con la propia hermana y confidente de Frida, Cristina. Su biógrafo, Hayden Herrera, cree que Kahlo superó esta penosa situación manteniendo numerosas relaciones amorosas, aunque el amor —o la dependencia— por Diego Rivera la llevó a volver a casarse con él en 1940. El documental presenta a Frida como “un producto de la revolución mexicana” de 1910, al punto de que dio como fecha de nacimiento, que en realidad ocurrió tres años antes. Pero la revolución mitificada trajo poco progreso para las mujeres mexicanas. Vemos a Frida en el tercer episodio (ha nacido una estrella) como una mujer adulta minada por el dolor físico y por los problemas de su relación con Rivera. Una artista decidida a vivir de su pintura y, al mismo tiempo, necesitada del apoyo permanente de su marido, quien le abrió el camino para exponer en Nueva York y París.
Frida, cuya famosa Casa Azul, en Coyoacán, alberga el museo dedicado a ella, sigue siendo una figura enigmática desde el primer hasta el último cuadro. Es una criatura singular a la que, por desgracia, en la versión española del documental se le asigna una voz afectada con un tono intolerable.
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