El fútbol mexicano navega sin rumbo. No es sorpresa. Ni que lleve más de tres décadas así. Cada año, cada mundial, México pierde oportunidades y generaciones de jugadores para dar el gran tramo de calidad, o para ser la gran sorpresa. Lo único que ha encontrado es un camino en el que va hacia atrás.
México tiene una relación disfuncional con el fútbol. La causa es su relación intrínseca con Televisa. Todas las decisiones de la Federación Mexicana de Futbol han tenido que tener luz verde o el apoyo de la televisora fundada por los Azcárraga. Desde las trincheras periodísticas se ha debatido hasta la saciedad que lo ideal sería tener una Federación autonómica que priorice lo deportivo sobre lo comercial. Es una apuesta astuta en los tiempos del fútbol moderno, donde hay más publicidad que regates. Bajo el modelo actual, México siempre se ha quedado con la esperanza de que el próximo año, o el Mundial, sea bueno. Siempre esperando algún milagro o el nacimiento de otro Hugo Sánchez. Lo que han encontrado, al menos desde 1986, es llegar a los octavos de final seguidos siete años seguidos y, más recientemente, estancarse en la fase de grupos en Qatar.
Hace una semana, la Federación y la Liga MX anunciaron cambios en su estructura. Pero eso fue solo una ilusión. Lo que reforzaron fue la influencia del señor del fútbol: Emilio Azcárraga, alma de Televisa y presidente de América. Junto a otros presidentes de equipos como Amaury Vergara (Chivas), Jorgealberto Hank, Ernesto Tinajero (Necaxa) y Yon de Luisa, formará parte de un comité para decidir sobre la selección mexicana. Cada uno de ellos sabe cómo brillar en los negocios, pero poco sobre cómo empoderar al futbolista mexicano. Una de sus primeras decisiones fue crear un cargo de director ejecutivo de selecciones nacionales y le dieron el cargo a Rodrigo Ares de Parga, técnico que estuvo a cargo del patronato de Pumas durante tres años. Su gestión quedó en el olvido. Prometió hacer del club una réplica del Barcelona y acabó sumido en una crisis de resultados.
Desde los despachos hay cierta urgencia por tener certeza para el Mundial 2026, el tercer Mundial que organizará México. Lo que temen es que el deporte (donde hay crisis) pueda afectar la economía, su mina de oro en México y la comunidad en EE.UU. La ansiedad tiene una razón de ser porque no hay claridad sobre el entrenador: Miguel Herrera quiere volver a ser entrenador luego de que en 2015 se peleara con el periodista Christian Martinoli. No se discute la calidad de Herrera como estratega y trato fraterno con los jugadores, pero sí su capacidad para aceptar la autocrítica. Otro problema es que le gusta ser el centro de atención, lo mismo que le provocó una multa por hacer proselitismo político en plenas elecciones. Los campeonatos, sin embargo, le avalan: dos Ligas, una copa y una Copa de Oro.
El otro candidato es Guillermo Almada, estratega uruguayo, que tiene el momento en sus manos tras convertir al Pachuca en campeón de Liga y por tener buenas sensaciones con River Plate de su país y con el Barcelona de Guayaquil. Diego Cocca ha salido de la lista de candidatos con experiencia en 12 equipos y por hacer bicampeón al Atlas. El aspirante que también puede cambiarlo todo es Marcelo Bielsa, quien sabe pulir el carbón para encontrar diamantes en las canteras. En un breve paso por México, con el Atlas entre 1993 y 1995, montó una estructura de fuerzas básicas de la que surgieron Rafael Márquez y Jared Borgetti, entre otros.
Las otras dudas radican en la formación de los futbolistas. La Liga MX, a través de su presidente Mikel Arriola, ha defendido que tiene un modelo poderoso para su juventud al tener ligas para menores. El tema es que la oleada de jóvenes se topa con un embudo en Primera División donde los clubes pueden alinear a ocho futbolistas extranjeros y la confianza en la juventud es baja. Chicos interesantes han surgido del atrevimiento de los entrenadores. La lógica de los directivos mexicanos es que un futbolista extranjero aumentará el nivel de competencia y espectáculo, pero la Liga local requiere una terapia de choque para dar espacio a su juventud. Con un poco de confianza en sus muchachos, México levantó dos veces el Mundial Sub-17. Los futbolistas mexicanos debutan, en su mayoría, años atrás en comparación con Argentina, Brasil o cualquier liga europea.
Se escriba lo que se escriba, el fútbol mexicano no cambiará radicalmente en 2026. Ni un nuevo entrenador ni un cambio de reglas renovarán lo atrofiado en beneficio de un negocio muy rentable para un selecto grupo de empresarios, el mismo que decidió congelar el auge y caída de los deportes durante la pandemia. La burbuja del fútbol mexicano ha estallado y ha mostrado lo que durante años dejó su huella: la mediocridad.
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