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“Para morir en un hospital, prefiero morir corriendo”: pacientes con covid persistente salen adelante pese al sistema de salud mexicano

“Para morir en un hospital, prefiero morir corriendo”: pacientes con covid persistente salen adelante pese al sistema de salud mexicano

Han pasado dos años desde la última vez que tuvo covid-19, pero Armando Reyes Maroto sigue sin aceptar que a sus 61 años las consecuencias del virus no son un juego de niños. “Corro 40 minutos al día”, dice sin vergüenza ni gloria. Su médico le ha dicho que no lo haga, que se tiene que calmar, que la hipertensión y la atrofia pulmonar que ha desarrollado le pueden provocar un infarto un día de estos. Pero Reyes tiene otros planes. “Para morir en un hospital, prefiero morir corriendo. Es la decisión que he tomado”, dice este maestro jubilado desde el sillón de su casa, en lo alto de la colonia Carmen, en lo más profundo de Xochimilco, Ciudad de México.

Reyes se anima a hablar de su complicado proceso de recuperación, pero se entristece cuando le preguntan por el apoyo que recibió del sistema de salud mexicano. “Los médicos no nos creen, te dicen que es algo de la cabeza, psicológico, que te vas a recuperar”, se queja, tras dos años buscando respuestas a un padecimiento que ni siquiera es reconocido por las autoridades, aunque ya afecta a miles de mexicanos La Organización Mundial de la Salud (OMS) sí reconoce la enfermedad. La única solución, dice Reyes, es “buscar a alguien que te crea y compartirlo con otras personas que estén pasando por lo mismo”. Por eso se unió al grupo Covid Persistente México, uno de los pocos que existen en el país.

Su creador se llama César Lepe Medina. Estuvo postrado en cama durante dos años después de infectarse. ¿Dos años? “Sí, vivía completamente en la cama”, dice Lepe por teléfono desde Jalisco. “Apenas llevo cinco meses en tratamiento y ahora estoy un poco mejor. Al menos puedo hacer lo básico, ducharme, obligarme a comer, trabajar medio tiempo. Antes, ni siquiera podía salir a caminar”. Cuando lo intentaba, le daba algo llamado “enfermedad post-esfuerzo”, que aparece de 24 a 48 horas después de hacer algo tan simple como salir a caminar, lo que provoca fiebre. dolor articular y déficit cognitivo.

Cuando habla de la covid persistente, Lepe suena a médico. Utiliza términos como “sin afectación pulmonar” para decir que la primera vez que se infectó no tenía tos y secreción nasal como la mayoría de los pacientes, sino dolor gastrointestinal; dice “problemas neurológicos” para referirse a la niebla que empezó a cubrir sus pensamientos dos semanas después de haberse recuperado del segundo contagio; o “psicosomatizar” para hablar de cuando los médicos con los que compartió sus síntomas le dijeron que era algo en su cabeza, que lo que tenía era depresión o ansiedad.

Pero es que los médicos mexicanos no están capacitados para detectar esta enfermedad, algo que no sucede en otras partes del mundo. Luis del Carpio Orantes, virólogo veracruzano que ha venido apoyando al grupo de Lepe, lamenta que muchos de sus compañeros “no sean conscientes de cómo abordar a un paciente con secuelas de covid”. En México hay un rezago en cuanto a temas de diagnóstico y tratamiento de covid persistente, asegura, y los interesados ​​lo hacen a título personal, no reciben instrucciones de la Secretaría de Salud ni de ningún otro organismo. Este periódico ha intentado contactar con la Secretaría pero no ha obtenido respuesta.

Apenas hay una propuesta, de la senadora de Movimiento Ciudadano Ruth Alejandra López, en la que pide al Ministerio de Salud implementar un plan de atención integral para el tratamiento post covid. El documento es de abril de 2021, y Lepe, que colaboró ​​en su elaboración, asegura que desde entonces no ha pasado nada.

Armando Reyes en su sala, rodeado de los juguetes de su hijo Edwin, de siete años. Daniel Alonso Viña

Reyes se remueve en su asiento. Tiene que irse en breve, a una reunión de maestros al lado. El Día del Maestro es el 15 de mayo, pero lo van a celebrar este viernes, no muy lejos de su casa. Con el rabillo del ojo mira a su hijo de siete años, Edwin, que ha conquistado la habitación con sus juguetes. Tiene un dinosaurio casi más grande que él, una pista de carreras de varios pisos de altura e incluso un pequeño saco de boxeo que golpea con guantes igualmente pequeños. De la casa de al lado llega el coro de República Popular Chinauna de las canciones más famosas de Peso Pluma, el cantor de corridos acostados que se escucha por estos días hasta en las cloacas de la Ciudad de México.

Al otro lado del pasillo, a la izquierda, está la sala Reyes. Allí pasó quince días críticos al contagiarse de covid. Su esposa es enfermera, y ella era quien lo cuidaba todos los días que respiraba oxígeno gracias al “concentrador”, un aparato que utilizaba el aire de la habitación para obtener una mezcla con una alta concentración de oxígeno. Una vez dentro de la habitación, Armando señala un clavo que está a la altura de la cabeza pero que no tiene nada colgado.

—Ahí colgaba mi mujer los cables que me metía en el cuerpo.

Después de ese contagio nunca se recuperó del todo. Durante mucho tiempo tuvo una niebla en la cabeza, olvidó los nombres de sus familiares, salió a caminar y no sabía cómo volver a casa, se cansaba con facilidad y no podía hacer grandes esfuerzos. No podía dormir bien. Se levantaba después de ocho horas, se duchaba, bebía su café y se sentaba en el sofá, totalmente cansado. “Eso todavía me pasa a mí”, agrega. En la consulta le dijeron que era cuestión de tiempo, que lo iba a superar. “Que lo quería, me dijeron, pero vi que no era cuestión de ganas”.

Esta es la cama en la que Armando pasó 15 días postrado cuando se contagió de covid-19.
Esta es la cama en la que Armando pasó 15 días postrado cuando se contagió de covid-19. Daniel Alonso Viña

La mayoría de las personas que desarrollan covid-19 se recuperan por completo, dice la OMS, pero los datos disponibles parecen indicar que entre uno y dos de cada diez infectados experimentan diversos efectos a medio y largo plazo, es decir, los llamados persistentes. COVID-19 . En México, 7 millones 600 mil personas han tenido el virus en estos tres años. Esto implica que, al menos, 760,000 mexicanos sufren secuelas permanentes. Entre los síntomas más comunes se encuentran la fatiga, la disfunción cognitiva (confusión, pérdida de memoria o falta de concentración) y el agotamiento general que impide al paciente realizar la mayoría de las tareas diarias.

—Te das cuenta de que tu vida ha cambiado, pero no es fácil, me ha costado aceptar que no voy a ser el mismo de antes. Es frustrante, deprimente. Salgo a correr y ya no es como antes, no puedo ir al mismo ritmo.

Antes corría una hora sin parar ya buen ritmo, pero ahora se acabó, el señor Reyes tiene que ir a celebrar con sus amigos profesores.

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By México Actualidad

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